viernes, 16 de octubre de 2015

Desarrollo ¿para quién? y ¿para qué?



En los últimos años se ha visto un desarrollo- si así se le puede llamar- de la ciudad de manera desmedida. El crecimiento incontrolado de centros comerciales, supermercados, agencias de autos y grandes desarrollos de vivienda de lujo, pareciera sembrar la idea en la gente, foránea y local, de que Mérida está viviendo un gran momento en su economía y que la calidad de vida es buena.

Sin duda alguna, aún no llegamos a los grandes males de grandes ciudades. Pero poco a poco nos encaminamos hacia ello. Nuestra ciudad, día con día y como consecuencia de una mala planeación, va perdiendo su encanto. Cada vez hay menos zonas verdes y arboladas que ayuden a mitigar el calor y los tiempos de traslado aumentan. Se empiezan a escuchar más casos de inseguridad y las personas cada vez salen menos a la calle para convivir y hacer uso del espacio público.

Entonces, ¿qué está pasando? ¿Las construcciones que se ven a diario en nuestra ciudad a quién benefician? Desarrollo ¿para quién? y ¿para qué?

Los que habitamos la ciudad de Mérida muy poco hemos visto de los efectos positivos de dichas obras, aunque existe quien las aplaude y defiende usándolas como indicador del desarrollo económico que está viviendo la ciudad. Sin hacer referencia únicamente a los políticos, sino a ciudadanos que por igual hacen suyo tal discurso.

En un panorama cuantitativo y según datos del INEGI y CONEVAL, la ciudad de Mérida tiene una población aproximada de 830,732 habitantes; de los cuales el 29.4% viven en condiciones de pobreza, el 32.8% padece de una o más carencias sociales (acceso a la educación, salud, vivienda, alimentación, servicios básicos y seguridad social), el 28.5% es vulnerable por ingreso y sólo el 9.3% no es pobre y no tiene carencias sociales. Del total de la población económicamente activa el 60% gana tres o menos salarios mínimos equivalentes a $6,309 pesos mensuales. Para que una familia promedio de nuestra ciudad pueda tener acceso a productos elementales de la canasta básica necesita aproximadamente $7,560 pesos mensuales. Con ello se puede ver que los grandes complejos comerciales y de vivienda están muy por encima de los ingresos económicos de la mayor parte de la gente.

Los efectos cada vez son más notorios. Los territorios en donde estas obras se asientan están provocando que los vecinos de la zona se vean abrumados por los cambios urbanos que se ocasionan. Se ven afectados en su forma diaria de vivir, generándoles mayor tráfico vehicular y ruido ambiental, perdiendo toda tranquilidad que la colonia posee y por la razón que decidieron habitar en ésta. Al igual, cuando las obras se asientan en zonas en donde el poder adquisitivo de los habitantes no es exactamente su target o mercado, los inversionistas operan con la estrategia de comprar dichas viviendas para construir más comercios o simplemente complejos habitacionales más caros.

En cualquiera de los dos casos mencionados, existe un desplazamiento de la gente. Ya sea porque la tranquilidad es amenazada y buscan otro sitio en donde puedan recuperarla, o simplemente porque no forman parte del estatus que se requiere para el lugar porque su nivel económico no lo permite. Puede ser que en esta situación sean enamorados con grandes sumas de dinero, o presión, para vender su propiedad y entonces sí la zona se transforme en lo que los desarrolladores planean: una vivienda de lujo para que luzca junto con los grandes comercios que se ubican en el área.

¿Qué pasa con toda la gente que fue prácticamente expulsada? Lo que hoy se ve es que los territorios en donde los servicios existen en mayor cantidad y más cerca de la gente, son los lugares en donde se empiezan a dar estos procesos de gentrificación y segregación: se crean grandes desarrollos para que la gente con el dinero suficiente lo pueda pagar y a los que no tienen el alcance se les desplaza a las periferias de las ciudades en donde la vivienda es más económica, pero en donde la falta de servicios y espacios públicos es escasa y la vida, en lugar de ser más barata se convierte en cara por el tiempo y el dinero que se gasta en transporte al trabajo, a la escuela y en acceder a diferentes servicios; convirtiendo a estos territorios en trampas de pobreza y donde hoy a las autoridades no les interesa resolver la situación. Y se sigue fortaleciendo con esto, la creencia de las dos Meridas.

Tenemos que defender la ciudad, es nuestra responsabilidad como ciudadanos el debatir estos temas y empezar a ponerlos sobre la mesa antes que nos rebase y la realidad nos alcance a cada uno de nosotros. Como seres humanos tenemos el derecho legítimo de transformar nuestro hábitat cuantas veces se requiera y creamos necesario para poder ser felices. Construyamos una ciudad más justa y equitativa, en donde la inversión pública sea pareja y la calidad de sus servicios igual. Empecemos a construir entre todos una ciudad en donde se detonen reales procesos de desarrollo que nos permitan generar mejores ingresos a todas las familias de nuestra ciudad y las brechas de desigualdad empiecen a reducirse. Pero para todo esto es necesario organizarnos y ser solidarios para exigir nuestro derecho de hacer ciudad e involucrarnos en las decisiones, sin dejarlo todo en manos de unos cuantos desarrolladores y políticos que especulan con la vida de la gente y de nuestra ciudad.


Adrián Gorocica Rojas
Miembro del Colectivo Asambleas Ciudadanas MID.


miércoles, 14 de octubre de 2015

Los tianguis y su rol social

En los últimos años los tianguis han empezado a proliferar en nuestra ciudad con mayor fuerza dado las condiciones económicas por las que atraviesa el país y convirtiéndose en muchos casos la única fuente de ingresos que tenga una familia. Pero es claro que mientras este modelo de negocio empieza a crecer las mafias entorno a el – sean institucionales o no- también lo hacen y entonces la cosa se empieza a tornar complicada, y todo por no tener reglas claras y una normativa que los regule.

Los tianguis no sólo son un espacio en donde se vendan productos como muchos los ven, si no, que cumplen un rol social. Son espacios en donde se da el comercio local, se generan las condiciones para que los vecinos del territorio se empiecen a conocer, y muchas veces hacen de un espacio público muerto – sea parque o no- un lugar con vida y con su propia dinámica, pero sobre todo al tener a tantos vecinos en la calle nos genera una mayor sensación de seguridad.

Sin duda el tema da oportunidad para:

1.- Empezar a construir un marco regulatorio que les permita a los dueños de estos pequeños negocios tener reglas claras del juego y puedan dejar de ser víctimas de los inspectores o  coyotes que cobran el derecho de piso garantizando una seguridad del espacio.

2.- Es la oportunidad perfecta para que las autoridades junto con los tianguistas construyan un modelo sostenible de estos espacios, en donde se puedan garantizar las medidas de seguridad y salud para ellos mismos y para quienes los visitamos, donde los tianguis dejen de ser simplemente toldos colgados y se conviertan en espacios móviles y simples pero bien diseñados y que sumen a la imagen del lugar, espacios en donde no sólo sirvan para el comercio, y verlo como el pretexto ideal para que ese día el espacio público se convierta en un espacio mixto, en donde la cultura, el comercio y el deporte puedan desarrollarse en armonía.

Sin duda veo en los tianguis y en los mercados una gran oportunidad para meter a la ciudad en una dinámica diferente, en donde cada vez más gente se conozca y fortalezcamos los lazos entre vecinos, lugares para fortalecer la economía local y que los pequeños productores tengan la oportunidad de comercializar sus productos, y en donde los ciudadanos nos podamos dar de nuevo la oportunidad de empezar a vivir nuestros barrios o colonias, tener un ciudad mas viva.

En una de las colonias en donde un espacio público se está construyendo con las aportaciones de los vecinos, una de ellas comentaba que los vendedores ya empezaron a llegar una vez que vieron los primeros avances y que a ella no le parecía porque sólo iban a ensuciar el lugar y dar mala imagen. Pero cuando se le explicaron las ventajas que aportan al lugar estas personas más allá de su negocio, pudo visualizar que la solución no era sacarlos, que la solución estaba en dialogar con ellos y entre todos construir las reglas de convivencia para ten
er un espacio público sano y para todos.


"Las ciudades tienen la capacidad de proveer algo para cada uno de sus habitantes, sólo porque, y sólo cuando, son creadas para todos"  
Jane Jacobs